Todos nos hemos preguntado alguna vez cómo sería el paisaje antes de que nosotros fuéramos sedentarios; antes de que empezáramos a pensar cómo sería posible vivir más cómodos; a pensar, cómo fabricar casas resistentes para cuando se enfade la naturaleza; a pensar que nos mereceríamos, por cada triunfo, un monumento, una estatua, un arco; a pensar en cómo construir caminos mejores; a pensar cómo tener una mayor energía y así, lo que hemos logrado, es hacer llorar a la naturaleza arrancándole poco a poco trocitos de su cuerpo.
Estamos quitando la belleza que tiene este planeta cambiando nuestro entorno a nuestra voluntad, como si fuéramos esos dioses mitológicos de la religión de la Antigua Grecia; o ese dios de Platón, conocido como Demiurgo y caracterizado por ser el artesano del mundo; o tal vez ese dios cristiano, al que llaman Dios; ¿o por qué no? también podemos mencionar al dios de los musulmanes cuyo nombre es Alá. Estamos imitando a estos dioses cuya existencia desconocemos pero que optamos por practicar su técnica, con la diferencia de que nosotros estrangulamos ese cosmos, ese universo, esa naturaleza, que ha ido desarrollándose a lo largo de millones de años.
Esta imagen se puede ver en las redes sociales y a mucha gente le impacta, pues la naturaleza se ha convertido en una mujer a la cual, una mano humana, le está apuntando con una pistola, una pistola que sostiene algún que otro edificio, por lo que este dibujo equivale a una crítica a la excesiva construcción de fábricas, rascacielos, reactores nucleares... que nosotros, con nuestras propias manos, estamos creando. Y claro, no todo cabe en este planeta, si ponemos unos cuantos inmuebles hay que quitar lo natural, lo primario, lo prehistórico. Y sí, esta señora tiene boca y nariz, y ojos, pero no puede decir nada ya que, al fin y al cabo ésta no sabe hablar, porque no es un ser humano, ni un animal que aun podría irse corriendo o gruñir. No, ella está en el suelo, pegada a la tierra por las raíces que la sostienen, o dejándose llevar por ese cauce que le otorga al agua unas vistas de todo un valle u observando desde bien arriba tanto lo que se cuece en las alturas como debajo de sus pies, gracias a los rascacielos naturales, las montañas. Por eso vemos a la mujer llorando, reflejando el dolor que sufre la naturaleza y que la mayoría de la gente pasa de ese detalle.
Todos hemos pensado alguna vez: “menuda catástrofe hemos preparado en tan solo unos siglos cuando a la naturaleza le ha costado millones de años ser tan bella”. Y es que, poco a poco, nos estamos quedando sin esos tonos verdes en primavera, marrones y amarillos en otoño, blancos en invierno... sin esos perfumes que se les escapa a las flores, a los arbustos, a los árboles... nos estamos quedando sin ese néctar tan valioso para las abejas y sin ese polen que, a la mayoría de la gente les provoca un cosquilleo desagradable en la nariz y es la causa de que lloren en primavera y en otoño; pero a la vez, esas plantas que a veces las creemos tan caprichosas y maliciosas nos dan la vida, porque sin esas plantas de múltiples colores, no tendríamos oxígeno porque, aunque sean minúsculas como 'la lenteja de agua' que mide apenas unos milímetros, o tan grandes como la secuoya, que puede medir hasta cien metros , siguen haciendo la fotosíntesis y regalándonos unos minutos más de existencia.
Para finalizar solo me quedaría resaltar la frase que dejó nuestro amigo Parra, 'el error consistió en creer que la tierra era nuestra cuando la verdad de las cosas es que nosotros somos de la tierra.'Tamara Pérez
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