No tenía ni 28 años cuando en 1774 Goya se trasladó a Madrid para trabajar como pintor de la Real Fábrica de Tapices y realizar así los bocetos de los tapices que recorrerían las estancias de El Escorial y el Palacio del Pardo. Se trata de 63 dibujos coloreados que como el Director del Prado, Miguel Zugaza reconoció, “no son simplemente plantillas para tapices, sino obras maestras complejos por derecho propio”, que consiguieron consolidar al pintor en las cortes de Carlos III y IV.
Los enormes dibujos animados - ricos en detalle, de varias capas, y haciendo uso de la perspectiva para invitar al espectador en el centro de la composición - son prueba de que Goya era "mucho más que un grabador de las tradiciones y la vida cotidiana de las personas de Madrid "y que estas piezas son obras de arte.
Ahora, estos cartones han sido recogidos por el museo del Prado y serán expuestos en una de sus salas hasta el próximo 3 de mayo, para mostrar una vez más la grandeza del pintor aragonés y la maestría de los restauradores, que tras limpiar y radiografiar los cartones nos demuestran que para ver bien tenemos que frotarnos los ojos.
Pablo Edo
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